Eso experimentado es un vestigio ínfimo de aquello que verdaderamente somos, pero de ese vestigio nace la gran búsqueda, desde ese momento sólo buscaremos Ser quienes somos, eternamente.
miércoles, 26 de enero de 2011
Encuentro...
Camino, recorro, exploro y encuentro un lugar donde sentarme. Admiro la grandeza de la naturaleza, me deja pasmado, atónito, sin palabras. Al mismo tiempo me detengo en ese silencio en mi mente, y pienso: "Esta paz que me transmite la grandeza, ¿qué es?" Una vez allí, en paz mental, se me ocurre que en realidad todo lo que tenemos alrededor es un paisaje, un dibujo, una pintura, sólo un adorno; claro que adornos que nos mueven y conmueven, pero adornos al fin. En realidad, esa paz que experimento tiene que ver con algo más, algo que me conecta con un lugar donde no hay formas, ni paisajes, ni caras, ni lagos, ni nada. Simplemente soy. Me siento unido a todos mis hermanos, sin dejar a nadie fuera. Es como si fuéramos todos uno. ¡Qué real se siente!
Es cierto, tal como se experimenta esa paz, podemos experimentar muchas cosas más, pero está claro que todo está en la mente, todo está allí... cada sentimiento, cada pensamiento. Cada cosa que juzgue es un producto de mi mente. Por ello, aquí sentado, entendiendo que mi mente produce cada cosa que veo, siento y pienso, es ella quien las juzga... entonces descubro que SOY LIBRE, porque puedo elegir cómo las juzgo. Y no es casual que haya llegado hasta aquí, a sentarme y compartirme con este paisaje, este adorno que mi mente creó, para darme cuenta que la paz está sólo en mi, y nada más que en mi. Sólo en mi es donde debo buscar, para volver a encontrarme, porque en realidad nunca me perdí.
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